El circuito competitivo de juegos de peleas tiene una larga tradición en México, pero ahora parece estar más vivo que nunca.
Hace algunas décadas, los entusiastas de los juegos de lucha se jugaban el orgullo codo a codo en las máquinas arcade. Lo único que había de por medio era el costo de su ficha, el honor y la satisfacción de saberse el mejor jugador de la zona.
Eso ha cambiado. Los jugadores profesionales ya no compiten para mantenerse en la maquinita y derrotar a quien se atreva a retarles. Ahora se preparan para disputar miles de dólares en torneos patrocinados, los cuales son transmitidos en vivo para legiones de seguidores alrededor del mundo.
Es el caso de Juan Antonio Medrano, posiblemente el mejor jugador de Street Fighter 6 en México. Se trata del videojuego más popular en su género y, por lo tanto, el de mayor audiencia y mejores premios.
Bajo el seudónimo de ‘Kusanagi’, su nombre de batalla, Antonio es uno de los dos mexicanos que competirán en la décima edición de la Capcom Cup , la más grande hasta la fecha.
El objetivo del torneo es definir quién es el mejor jugador de Street Fighter del mundo. La bolsa de premios es de más de dos millones de dólares, de los cuales 1 mdd será para el ganador absoluto. Se pelea por honor, pero también por un premio millonario.
La insospechada complejidad de los juegos de pelea
En su grado más competitivo, los juegos de lucha son como una partida de ajedrez que se desarrolla a gran velocidad.
Detrás de su aparente simpleza —dos personajes batiéndose a golpes—, hay toda una serie de variables y decisiones tomadas de forma estratégica. Entran en juego diversos conceptos teóricos que añaden varias capas de complejidad: frame data, matchups, footsies, spacing, zoning y varios otros que los ‘pros’ conocen y dominan.
Va mucho más allá de solo memorizar secuencias de botones o tener reflejos veloces.
Los competidores deben estudiar a fondo su personaje —y al juego mismo— para luego aplicar todo su conocimiento y habilidad frente a la pantalla y una audiencia. Y esto, claro, puede tomar años de práctica.
“En un juego de pelea nuevo, normalmente primero aprendo lo básico de mi personaje. Y conforme voy probando cosas, trato de jugar con gente para comprobar que funcione lo que entreno, y se vuelve un ciclo. Lo sumo a mis estrategias de juego y así se va haciendo la pilita de cosas que voy aprendiendo y mejorando”, comenta Kusanagi.
La fortaleza mental y la resiliencia son aspectos fundamentales: “El chiste no es tener en la mente el ganar, sino el aprender. Entonces, conforme aprendes nuevas cosas, en algún momento se te dará lo de ganar. Pero al final de cuentas lo interesante de los juegos de peleas es que eres tú contra ti mismo. Entrenar y no desanimarte es parte de esto. Tienes que ser un poco analítico y objetivo con lo que haces y en cómo juegas para identificar dónde te estás equivocando o qué estás haciendo bien“.
Los desafíos de una profesión inclemente
La comunidad de juegos de pelea, o Fighting Game Community (FGC), ha transitado un largo camino para llegar hasta donde está ahora. Incluso en sus competencias internacionales más grandes, como Evolution Championship Series (EVO), las recompensas eran mucho más modestas.
Dedicarse seriamente a esta actividad implica asumir considerables presiones financieras. Por ejemplo, es común que los participantes de torneos terminen gastando más dinero del que ganan en estos eventos.
Al ser un tipo de competencia estrictamente individual y no de equipo, hay un margen muy reducido para los errores.
“No es tan fácil porque no hay un equipo al que le puedas echar la culpa o con el que te puedas divertir como lo podrías hacer con shooters o juegos de estrategia”, apunta Medrano.
Además, la mayoría de los profesionales no puede permitirse vivir solo de sus ganancias en la FGC, sino que deben complementarlo con un empleo tradicional que les asegure un ingreso fijo.
“Las oportunidades no son tan grandes. Son poquitos los jugadores que hemos estado patrocinados y a los que nos pagan por jugar juegos de pelea. Es un porcentaje muy bajo comparado con otras escenas”, señala Antonio.
A paso lento pero seguro
Este género del gaming aún está lejos de generar los ingresos de títulos como Dota 2, Counter Strike y League of Legends. Pero eso está cambiando poco a poco.
Además de la Capcom Cup, dedicada a Street Fighter, han cobrado fuerza torneos protagonizados por otras franquicias igual de importantes, como Tekken World Tour, Dragon Ball FighterZ World Tour y Mortal Kombat 1 Pro Kompetition.
El año pasado, por ejemplo, se llevó a cabo el evento Gamers8 2023 en Arabia Saudita, donde el primer lugar, el japonés Kakeru, obtuvo nada menos que 400,000 dólares, una cifra inédita para la FGC hasta ese momento.
En enero, Street Fighter 6 rebasó las tres millones de unidades vendidas: un número nada despreciable para un videojuego de nicho cuyo ciclo de vida recién empezó en junio pasado y el cual se espera que se extienda por años con numerosas actualizaciones y “temporadas”.
Además, el juego ha concretado alianzas y colaboraciones con marcas como la cadena de comida rápida Chipotle, la marca deportiva Onitsuka Tiger, las Tortugas Ninja, entre otras. Podría decirse que la franquicia de Street Fighter y su desarrolladora, Capcom, atraviesan por una especie de segunda era dorada.
Es aventurado afirmar que los títulos de pelea algún día moverán cantidades de dinero similares a las escenas de E-Sports más grandes. Pero por ahora una cosa es segura: este próximo fin de semana un integrante de la FGC se convertirá en millonario y su vida cambiará a causa de un simple videojuego de peleas.